El Ayuntamiento de Siero organiza los días 21 y 22 de septiembre la principal feria agroalimentaria del municipio. En esta feria se aúnan la tradición ganadera y la transformación y comercialización de los productos derivados de la agricultura y de la ganadería en un solo certamen.
En esta edición del 2019 el Ayuntamiento de Siero ha contado conmigo para el diseño del cartel que podéis ver más abajo.
El primer pensamiento ante la realización de este cartel fue sin duda mi relación con el mundo rural, supongo que muchos asturianos tienen esa misma sensación. Quién más, quién menos, aún conserva esos lazos con la tradición, la cultura y la naturaleza que afortunadamente nos rodea. Pero en mi caso hablo fundamentalmente de recuerdos, por tanto, de pasado. De tiempos donde existían vínculos casi inimaginables hoy en día entre los hombres y la tierra.
Recuerdo la figura de mi abuelo, al que la tierra marcaba todos sus ritmos. El momento de plantar, el momento de criar, hasta el momento de cortarse el pelo. Esos hombres no daban un paso sin pensar en lo que la tierra les decía primero.
Reflexioné acerca de eso, y necesitaba una imagen que representase ese “vínculo”. Podía crearla, o mejor, rescatarla de ese pasado.
Recurrí al Muséu del Pueblu d’Asturies y en su fototeca busqué imágenes de otros tiempos. Allí estaba, una impresionante fotografía de Julio Antonio Fernández Lamuño, hombre que combinó su trabajo de técnico agrícola con el de fotógrafo, retratando como pocos esa Asturias rural.
La técnica utilizada para hacer el cartel no es simplemente una fotografía. Pensando en el pasado, utilicé una antigua forma de fotografía, con la que llevo experimentando desde hace algún tiempo, la cianotipia, positivando sobre papel en un color azul que posteriormente manipulé, creando una imagen con esa estética tan especial.
El primer pensamiento ante la realización de este cartel fue sin duda mi relación con el mundo rural, supongo que muchos asturianos tienen esa misma sensación. Quién más, quién menos, aún conserva esos lazos con la tradición, la cultura y la naturaleza que afortunadamente nos rodea. Pero en mi caso hablo fundamentalmente de recuerdos, por tanto, de pasado. De tiempos donde existían vínculos casi inimaginables hoy en día entre los hombres y la tierra.
Recuerdo la figura de mi abuelo, al que la tierra marcaba todos sus ritmos. El momento de plantar, el momento de criar, hasta el momento de cortarse el pelo. Esos hombres no daban un paso sin pensar en lo que la tierra les decía primero.
Reflexioné acerca de eso, y necesitaba una imagen que representase ese “vínculo”. Podía crearla, o mejor, rescatarla de ese pasado.
Recurrí al Muséu del Pueblu d’Asturies y en su fototeca busqué imágenes de otros tiempos. Allí estaba, una impresionante fotografía de Julio Antonio Fernández Lamuño, hombre que combinó su trabajo de técnico agrícola con el de fotógrafo, retratando como pocos esa Asturias rural.
La técnica utilizada para hacer el cartel no es simplemente una fotografía. Pensando en el pasado, utilicé una antigua forma de fotografía, con la que llevo experimentando desde hace algún tiempo, la cianotipia, positivando sobre papel en un color azul que posteriormente manipulé, creando una imagen con esa estética tan especial.
Por sí sola, esta escena contaría la historia que pretendo sin ninguna intervención. Muestra a hombres y animales como uno solo, como un paisaje. Pero una vez que tuve la cianotipia en mis manos, vino a mi mente una publicación de Xuan Bello que encajaba increíblemente.
La historia dice así:
Por sorpresa, Fonso Menéndez me pidió 10 céntimos, que yo pensé que necesitaba para la máquina del tabaco, y a cambio me entregó un sobre negro rectangular.
– Estas cosas se hacen así, me dijo mientras despojaba aquel envoltorio para comprobar que dentro, nada menos, había una navaja de Taramunde.
Uno no sabe, no ha sabido nunca, reaccionar ante los regalos imprevistos. Una navaja, pequeña como ésta, afiladísima y bien templada, era apenas dos generaciones un complemento indispensable en un caballero. Mi abuelo siempre llevó una en el bolso por si tenía que cortar una rama de avellano o si, sobre la loncha de pan del bueno, era necesario cortar un poco de chorizo o de jamón. Que yo recuerde, mi abuelo sólo se montó una vez en avión para ver a su hermano en Buenos Aires. Lo habían organizado entre la Consejería de Cultura y la Caja de Ahorros de Asturias, la operación «Añoranza». Cientos de asturianos, frisando en los 70, volaron hacia Buenos Aires con la esperanza de encontrar a sus familiares.
En Barajas la cola para acceder al embarque se demoró, según me contaron, mucho. Todos los paisanos llevaban su navaja y aquel detalle de elegancia antigua confundió a los guardias civiles del puesto. Mi abuelo les explicó que un paisano de Tineo nunca salía de su casa sin su navaja, que era una prenda necesaria como el pañuelo o el peine.
– ¿Para afeitarse? –preguntó abriendo mucho los ojos el Guardia Civil.
– No, hombre, no, no es para eso. Es por si te aparece una víbora en el camino, por ejemplo, y tienes que cortar una rama de avellano para atontarla, y seguir sin peligro tu camino; o si se te clava una espina en la yema de un dedo, ¿cómo la sacaría usted si no tiene una navaja? O si se da el caso de tener que cortar una cuerda por la mitad. ¿Qué pasa si voy a vender un ternero en Navelgas y resulta que quien me lo compra no tiene una cuerda? Pues yo tengo una navaja, parto la cuerda por la mitad, y ya está.
– ¿Y por qué no le da la cuerda sin más?
Aunque yo no estaba allí puedo recordar la mirada de mi abuelo sorprendido ante tanta ignorancia.
Demorándose, como si le hablase a un niño, explicó:
– Yo vendo un xatu, no el alma del xatu que San Antón la guarde. En la cuerda, como todo el mundo sabe, está el alma del xatu uniéndose con mi casa y, por eso, la cuerda tiene que volver a casa, entera o mediada. ¿Cómo piensa usted que se mantiene una casería?
El caso es que aquella noche volaron sobre el Atlántico cientos de navajas con sus paisanos.
Y es por eso que decidí que las cuerdas formasen parte del cartel, representando las almas de los xatos, las caserías, la cultura y la sabiduría popular, pero sobre todo, ese vínculo tan fuerte entre el hombre y la tierra.